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Rating: Summary: Una novela entretenida que puede ser más educativa Review: Esta novela de Dan Brown es muy entretenida, en verdad. Sin embargo, el autor debería haber procurado una mejor asesoría en lo que respecta a los temas científicos que utiliza como base para su argumento. La antimateria es un concepto mucho más conocido de lo que suele creerse y sin embargo, Brown pretende que la Guardia Suiza no conoce nada sobre ella cuando, gracias a las películas y novelas de ciencia ficción, este concepto, si bien es cierto que es malinterpretado como mucha frecuencia, es de dominio popular desde hace años. No es cierto, como afirma Brown, que la teoría del Big Bang fue propuesta por la Iglesia Católica debido a Georges Lemaitre era un padre jesuita. Lo que Lemaitre descubrió es que una consecuencia inevitable de las ecuaciones de campo de la relatividad general de Einstein, es que el universo debe estar expandiéndose, y si invertimos el sentido del tiempo, entonces es claro que en algún momento del pasado, toda la materia del universo estuvo contenida en lo que él llamó el “huevo cósmico”. También se habla en la novela de la “teoría de Hubble” como referente al Big Bang. Hubble descubrió experimentalmente que existe un corrimiento hacia el rojo en los espectros de las galaxias, lo cual demostraba la expansión del universo, pero jamás propuso una teoría de la gran explosión. La verdadera teoría de la gran explosión, en términos modernos, fue propuesta por un científico ruso llamado George Gamow y sus colaboradores.
Es inaceptable la pretensión de Brown, según la cual un profesor de Harvard como Robert Langdon, nunca haya oído hablar del CERN, uno de los centros de investigación científica más grandes e importantes del mundo. Tampoco es cierto que la Internet fuese invención del CERN. La Internet fue la versión comercial y mejorada de una red militar, producto de la necesidad de tener un control en EEUU en medio de una guerra con la Unión Soviética. La Internet es la sucesora comercial de la ARPANET. Pero utilizaba menús que hoy son obsoletos y poco intuitivos. Lo que sí se inventó en el CERN son los famosos hipervínculos que permiten, con un simple clic del mouse, acceder a otro lugar de la red. Esta tela de araña de vínculos es la famosa WEB. Los científicos del CERN lo crearon para compartir y buscar de manera eficiente entre miles de documentos técnicos. Posteriormente la idea fue llevada a la Internet.
El experimento descrito por Brown, según el cual el padre de Vittoria crea un universo o pretende crearlo a partir de antimateria es absurdo. Las partículas formadas durante el proceso descrito por Brown (utilizando un LHC) no salen “de la nada” como afirma, sino que son “creadas” a partir de la energía liberada en las colisiones (la famosa ecuación de Einstein, E=mc2). La verdadera creación de un nuevo universo no tendría mayores implicaciones, puesto que de inmediato se desconectaría del nuestro y literalmente crearía su propio espacio sin interactuar con nosotros. Sería como un fantasma que se esfuma en una dimensión superior.
Brown afirma que “los científicos saben desde 1918 que en el Big Bang se crearon dos tipos de materia...” refiriéndose a la antimateria. Esto es totalmente falso. En 1918 sólo se conocían, de hecho, dos partículas: el electrón y el protón. El neutrón no se descubrió hasta 1932 y la antimateria fue propuesta por primera vez diez años después de lo que dice Brown, en 1928 por el físico Paul Dirac mientras trataba de hallar una versión de la recién creada Mecánica Cuántica, que fuese compatible con los postulados de la relatividad especial de Einstein. Como resultado predijo la existencia de las “antipartículas”, idea que, por cierto, fue recibida con poco entusiasmo y hasta con burla por la ciencia de la época. No fue sino hasta el mismo año del descubrimiento del neutrón, que Anderson dio con el positrón, la antipartícula del electrón, confirmando la existencia de la antimateria.
Lo más penoso es lo que afirma Brown sobre Galileo Galilei. Galileo era un megalómano que, si bien fue un genio que impulsó el desarrollo de la ciencia, incurrió en errores gravísimos en su trato con el Vaticano y con sus colegas científicos más notables, llegando a traicionar la confianza del Papa (su amigo) al publicar los Diálogos y poner de forma evidente al Papa en la voz de Simplicio (un tonto). No es cierto en absoluto que Galileo creyese que las órbitas de los planetas eran elípticas. Esta teoría fue propuesta por el gran astrónomo, matemático y astrólogo alemán Johannes Kepler, contemporáneo de Galileo. Kepler puso a Galileo al tanto de sus ideas, pero éste nunca le respondió, en parte por arrogancia (Galileo llegó a afirmar que sólo a él le estaba dado el talento preciso para indagar los misterios de los cielos) pero principalmente porque Galileo siempre creyó que el círculo era la manifestación más pura de la perfección. Nunca consideró la posibilidad de la órbitas planetarias fuesen elípticas, para él esta teoría era simplemente ridícula. La teoría de las mareas de Galileo que Brown cita sin ocultar cierta admiración, estaba totalmente equivocada. Fue Kepler el primero en dar una explicación conceptualmente correcta de las mareas y posteriormente, uno de los dos físicos más importantes de la historia, Isaac Newton, daría, en los Principia, una explicación cuantitativa y cualitativamente correcta sobre el origen de las mareas.
La trama de la novela está muy bien llevada y promete momentos de entretenimiento innegable para el lector, pero creo que novelas como esta, que están llamadas a convertirse en bestsellers, podrían jugar un papel social más importante si contribuyesen a llevar verdadera ciencia al lector, como hacía Isaac Asimov e incluso el mismo Johannes Kepler, quien, además de un genio científico, también fue un brillante escritor. Kepler escribió una de las primeras obras de ciencia ficción, “El Sueño” que trataba de popularizar la ciencia de su época. Con un poco más de esfuerzo, algo parecido pueden alcanzar escritores de gran aceptación y demanda popular como Dan Brown.
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